LA CATEDRAL Y SU ENTORNO.
Javier Domínguez Rodrigo.
Arquitecto
La descontextualización anticipada por la estética kantiana se dificulta con la necesidad de establecer nuevos modelos de identificación, tras el fin de las ideologías en los noventa. Y ese estímulo orteguiano por ver y verse espolea la apropiación colectiva de la arquitectura.
Facilitar el reconocimiento de la memoria histórica, dando continuidad narrativa a las preexistencias y sus polifónicas tramas, nunca resulta fácil como corrobora la reciente polémica entre el cabildo y la consellería por las obras de reforma de las capillas absidiales en la Catedral.
Aunque la cuestión, más allá de los aspectos técnicos y legales, tiene una clara componente partidista, que explica la deliberada parálisis de otros expedientes de intervención y mejora en el Archivo y el Miguelete auspiciados por el cabildo desde hace años.
Son demasiados los episodios frustrados, incompletos y olvidados de la fecunda crónica antropológica catedralicia, insoslayablemente ligada al catalizador devenir de sus plazas aledañas de la Almoyna, la Virgen y la Reina. De ahí el desafortunado interés por reconstruir ex nuovo la primigenia teatralidad gótica de tan noble lugar de culto.
También el singular espacio libre asociado a la maltrecha Casa del Relojero, define un excepcional ámbito a los pies de la imponente torre- campanario. En 1999 acoge una intervención efímera para la primera edición de La Llum de les Imatges, patrocinada por la Fundación de igual nombre, que en 2009 recibe el Premio Europa Nostra por su ingente labor.
Su extinción en 2015 supone la exclusión del Arzobispado de los órganos de decisión sobre el futuro de un inmueble enormemente vinculado a la iglesia y de su valioso enclave, anunciando un prolongado cisma.
A pesar de todo, sorprende que tanto esa preciada edilicia, hoy aislada y en estado ruinoso desde hace más de dos décadas, como el significativo lugar vinculado a la misma, vacío y sin uso, sufran intencionadamente tan prolongada degradación y abandono.
La cartografía histórica, ampliamente documentada desde el siglo XVII -Mancelli, Tosca,…-, permite evaluar la evolución morfológica de la Casa del Relojero y su entorno constando los sucesivos cambios funcionales, las intensas transformaciones asociadas a las desamortizaciones y la implantación de diferentes escenografías siempre ligadas al devenir de la sede episcopal.
En el Archivo Histórico Municipal se conserva el expediente del año 1793 para el traslado del reloj del Miguelete a la calle. En el mismo se encuentra el proyecto “del nuevo Arco y ornato del Reloj Mayor”, suscrito en marzo de 1797 por el arquitecto y Maestro Mayor de Obras de la ciudad Cristóbal Sales.
De la vivienda se tiene noticia en el siglo XVII por la Junta de Murs i Valls, responsable del mantenimiento de las infraestructuras urbanas (fortificaciones defensivas, puentes, caminos, acequias,…) y de la “manutención del Reloj de la Catedral”.
Se trata de una casa menestral levantada para el responsable de la conservación del Reloj, situada en un pequeño cuerpo yuxtapuesto al campanario, cuya figura todavía prevalece en algunos grabados y fotografías de época.
De planta irregular con forma de L define la esquina de las calles Miguelete y Subida del Toledano. Su diminuto tamaño no resta interés a su privilegiada posición y relevancia patrimonial, compartiendo protagonismo espacial con el Micalet, en el que confluyen influencias de las tradiciones constructivas islámica, hebraica y cristiana.
El Campanar Nou, que desde el siglo XV permanece adosado a la imponente estructura de la Seo, es un verdadero modelo canónico de raíz octogonal cuyas relaciones métricas y tipológicas, ligadas al significado sagrado de los números en la doctrina pitagórica, explica su traza reguladora.
Porque esa geometría octogonal lleva implícita un mensaje teológico -la Resurrección-, el cuadrado de los cuatro estanques-ríos del Paraíso o los doce parterres en referencia a los doce apóstoles.
No cabe la menor duda de que la rehabilitación de los cuatro cuerpos, especialmente del último en el que se alojan las campanas, debería priorizarse y nada justifica la demora en su autorización por la Generalitat.
La ciudad no puede permitirse estas rabietas entre actores tan relevantes. La fabulosa iconografía de la ecclesia mater es demasiado valiosa para ese inmerecido trato. Constituye un testimonio monumental imprescindible para aproximarse a un periodo crucial de la cultura valenciana.
De ahí que, independientemente de las intervenciones en el interior, urja la reconfiguración del malogrado entorno catedralicio: revalorización de los campos visuales, mayor amplitud escénica para el Miguelete, instalación del toldo, recomposición arbórea sustituyendo unos jardines que trivializan la escena urbana, reforma de las plazas,…
Porque el ámbito que preside el complejo episcopal es la auténtica ágora sagrada del cap i casal y, como tal, goza de enormes ventajas como excelente foro pedagógico para el fabuloso discurso museográfico del conjunto y la comunicación educativa de tan fecundo patrimonio, auténtico símbolo del humanismo cristiano occidental.
Valencia no debe permitir que las controversias ideológicas demoren y frustren continuamente planes y programas de mejora patrimonial. Porque el complejo, rico y enmarañado mosaico de paisajes y formas que conforma ciutat vella tiene que ser un espacio de convivencia para todos.
https://www.lasprovincias.es/comunitat/opinion/catedral-entorno-20190601004412-ntvo.html