LA CIUDAD HEREDADA: DE LA REFORMA INTERIOR AL ENSANCHE.
Javier Domínguez Rodrigo.
Arquitecto.
El origen de muchos de los problemas que todavía perduran (destrucción del patrimonio edilicio, descontextualización de las plazas -Reyna, Ayuntamiento, Brujas,…-) es consecuencia de intervenciones truncadas (apertura de la avenida del Oeste,…) y operaciones urbanísticas a menudo contradictorias.
Comprender el proceso de transformación intramuros, estimulado por la Ilustración, exige sacar a la luz las controversias ideológicas, las tensiones políticas, los planes inacabados, las intenciones malogradas,…
El examen del devenir del recinto amurallado medieval permite interpretar el enmarañado mosaico de tejidos, paisajes de llenos y vacíos que configuran los sucesivos proyectos de Aymamí, Goerlich,…
Éstos dibujan paulatinos esponjamientos mediante sventraventos y metástasis puntuales que finalmente propician un determinado resultado funcional, económico y edilicio.
La capital, en medio del convulso panorama del XIX, se debate entre dos opciones: ensanche o reforma interior. Ambas responden a dos concepciones contrapuestas del problema del crecimiento urbano, ligado a los fuertes movimientos migratorios que instala en los arrabales una amalgama de obreros proletarizados que sobrevive en pésimas condiciones de vida.
La preocupación higienista y por la mejora de los servicios municipales (agua potable, alumbrado de gas, red de alcantarillado, adoquinado de las calles,…) se solapa con la escasez de solares a pesar de las desamortizaciones liberales de Mendizábal y Madoz.
La presencia de industrias fabriles en el casco queda retenida en las litografías aéreas tomadas desde un globo aerostático en 1858 por el arquitecto Alfred Guesdon.
La explosión demográfica, el impacto sociocultural del maquinismo, la industrialización y los ideales reformadores marcan el definitivo declive de la polis cerrada de Tosca, fortificada y conventual.
La concentración de las rentas y propiedades por parte del clero y la burguesía local, que sitúan a una minoría de apenas setecientas personas acumulando más de la mitad de los predios intramuros y casi dos tercios de la riqueza total, explican las dificultades y desafíos de la sociedad de la época.
En ese contexto se solapan dos maneras de intervenir. Por una lado, la remodelación interior del recinto antiguo y, por otro, la regulación ordenada de la expansión adoptando el modelo de l’Eixample, basado en el uso de la retícula ortogonal y de la manzana con patio ajardinado y chaflanes en sus esquinas, ideado años antes en Barcelona por Ildefonso Cerdá.
La reforma interior propicia el nacimiento de instrumentos legales de regulación y de la primera normativa sobre planos geométricos. La definición de alineaciones y la utilización de bases de control cartográfico preludian los futuros planes creando las bases del mercado del suelo. Paralelamente, el trazado racional se consolida como un eficaz y ágil mecanismo para la parcelación y venta de los terrenos implantando los métodos de la promoción liberal privada.
A pesar de todo, los reiterados ensayos de Reforma Interior no alcanzan en la práctica resultados de relevancia en la transformación de ciutat vella. Es más, ninguna de las propuestas de remodelación planteadas como una visión global de conjunto llega a realizarse.
Como contrapunto, desde entonces se suceden ininterrumpidamente las demoliciones, que comienzan en 1862 con la apertura de la calle Revolución, actualmente de La Paz. Concebida como una vía de conexión del centro con la Glorieta, el último tramo hasta el Parterre no se completa hasta 1903.
El cénit de la reforma interior lo pilota Luis Ferreres que, tras varios años trabajando como técnico municipal en el “anteproyecto de Plano General de la Ciudad, relacionado con el Ensanche aprobado”, proyecta la apertura de varias grandes vías de inspiración haussmanniana.
La influencia francesa resulta patente en toda España: Madrid -puerta del Sol-, Granada -Gran Vía de los Reyes Católicos-, Barcelona -Vía Layetana-,… Estos ejemplos demuestran la admiración de la clase dirigente por la transformación de París durante el reinado de Napoleón III sustentada en la aplicación de novedosas técnicas jurídicas como las expropiatorias para agilizar las operaciones.
La aprobación de la Ley de Expropiación Forzosa de 1879 resulta un elemento catalizador determinante para la confirmación de la calle de la Paz como eje comercial. Favorece también la aparición de nuevas centralidades, como la que se produce con los solares del convento de San Francisco, vinculada a la implantación de las emergentes infraestructuras ferroviarias.
La inestabilidad social, la espiral de crecientes desequilibrios y la ausencia de iniciativas empresariales lastran las propuestas de Ferreres, frustrando cualquier intento de remodelación del abigarrado casco antiguo preindustrial.
Todo ello evidencia que la ciudad es también un auténtico campo de batalla en el que se dirimen los conflictos de intereses. De hecho, la prolongada pervivencia de los enfrentamientos constituye un claro obstáculo para el futuro, pues la alternancia en el poder facilita un continuo hacer y deshacer sobre un corpus urbano manipulado como un verdadero Tapiz de Penélope.
https://www.lasprovincias.es/comunitat/opinion/ciudad-heredada-reforma-20190809234910-ntvo.html