LA GRAN NORIA, UN NUEVO ICONO PARA LA MARINA.
Javier Domínguez Rodrigo.
Arquitecto.
Hipotecada por la millonaria deuda generada con la celebración de la Copa América, la Marina lleva años reclamando su condonación al Gobierno central. La indolente dilación resulta financieramente discriminatoria para Valencia frente a otras capitales receptoras de grandes eventos como Barcelona -Olimpiadas-, Sevilla -Exposición Universal- o Zaragoza -Expo 2008-.
Ser sede del America´s Cup Match (2007 y 2010), uno de los más importantes acontecimientos deportivos del mundo, supuso una excepcional y fructífera plataforma mediática para el cap i casal,que se consolidaría como destino turístico facilitándose la renovación de su frente marítimo y la inversión en equipamientos –Veles y Vent, parador El Saler,…- e infraestructuras -AVE, aeropuerto, accesos, bocana, varadero,…-.
Hubo errores de calado, especialmente en cuanto a la previsión del impacto empresarial y tecnológico, la gobernanza, la planificación económica y el narcisista protagonismo de un urbanismo-espectáculo.
Pero sería una enorme equivocación desaprovechar las sinergias generadas por la regata, no reutilizando el extraordinario patrimonio heredado para la ciudad con vocación de ser el principal referente y motor de actividad en la dársena.
De ahí la urgencia por sanear las cuentas del Consorcio, para que pueda ordenar sus balances y volver a operar con eficacia, captando fondos privados exógenos y superando su actual exclusión de las subvenciones y ayudas de los programas europeos y estatales.
Clarificar su posicionamiento crediticio y su independencia administrativa es esencial para gestionar un valioso legado arquitectónico -Docks, Bases, tinglados, explanadas,…-, cuya versatilidad permite la introducción de usos culturales -museo del Mar,…-, formativos -escuela de vela,…-, hoteleros, lúdicos,…
La ciudad merece una solución sin demora que permita que la Marina renazca como una nueva centralidad y palanca de desarrollo innovador y sostenible de los barrios -Malvarrosa,…- que definen el water front.
Que es uno de los espacios estratégicos clave con mayor potencialidad y atractivo de la metrópoli, su mejor plaza pública abierta al mediterráneo, lo confirma el interés que despierta en los promotores por llevar allí sus proyectos.
Uno de ellos L’Ull de València es una gran noria-mirador de 120 metros de altura impulsada por la mercantil Circular View S.L. que estima un presupuesto de construcción de ciento veinte millones de euros, equivalente al valor de la edificabilidad del viejo estadio de Mestalla y a diez veces el de su vecina Torre Eólica diseñada por Fran Silvestre.
La idea no es nueva ya que desde mediados del siglo XIX los parques de atracciones se incorporan al paisaje urbano de las capitales occidentales, como los populares Jardines de Tivoli -1843- en Copenhague o la Wiener Riesenrad vienesa -1897-, la primera noria en suelo europeo.
La factoría Disney encumbra estas instalaciones recreativas y la inauguración en 1999 de la majestuosa London Eye -135m- en el South Bank del Támesis, frente al Big Ben, desata la carrera por conquistar el sky line. Competición que no ha cesado de marcar récords: Estrella de Nanchang -160m-, Singapur Flyer -165m-, siendo la rueda de la fortuna High Rolleren Las Vegas con 170m la más alta del planeta.
La tipología propuesta para la Marina es de disco o anillo sin radios ni sujeciones centrales, como la espectacular Big O de Tokio, atravesada por la montaña rusa Thunder Dolphin, la más rápida de Japón, o el Ojo de Bohai (China) con 145 metros de altura y una estructura en forma de malla conocida como columna del dragón.
Todas ellas son complejas obras de ingeniería que exigen contar con la élite profesional, tecnológica e industrial de su entorno. Así, por ejemplo, London Eye incorporó a las mejores consultoras británicas, como los urbanistas Nathaniel Lichfield and Partners. Y sus principales componentes -cápsulas, rodamientos,…- se fabricaron en diferentes países de la Unión Europea.
Además el elevado coste, siempre superior a los cien millones de euros, exige la participación en el proyecto de corporaciones, inversores y patrocinadores solventes, que para el icono londinense fueron nada menos que la compañía de aerolíneas British Airways y la multinacional Coca Cola.
La viabilidad del negocio requiere que la localidad sea un asentado polo de atracción para el consumo masivo con un importante volumen de visitantes garantizado. Y Valencia con solo dos millones está muy lejos de los veinte de Londres, los diecinueve de París, los quince de Singapur o Tokio e incluso de los nueve de la ciudad condal.
Por otro lado, las constantes incertidumbres regulatorias que dibujan el inestable y vidrioso escenario sociopolítico, incapaz de definir un modelo turístico de futuro -limitación del número de plazas, tasas,…- constituye un grave lastre para atraer a los operadores del sector.
En ese incierto contexto, dependiendo de las condiciones dinerarias de una cesión de suelo público y con esas cifras estadísticas (pernoctaciones, gasto diario por huésped,…), una pequeña sociedad limitada sin apenas recursos ni accionistas de referencia como Circular View S.L. se enfrenta a un adverso horizonte.
Quizá ha llegado el momento de dejar de lanzar globos-sonda y proponer ideas-talismán para diseñar sólidas estrategias a medio y largo plazo que cuenten con un amplio respaldo colectivo.