UN ORIGAMI TECNOLÓGICO PARA LA MARINA
22 diciembre, 2019
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UN ORIGAMI TECNOLÓGICO PARA LA MARINA.

Javier Domínguez Rodrigo.

Arquitecto.

La compleja transformación desde el papel hasta la forma construida se presenta en La Marina de la mano delicada del arquitecto Fran Silvestre, que lleva una década modelando una escultórica y manierista pieza, conjunción híbrida de futurismo naval, estructuralismo aeronáutico y paisajismo geomorfológico.

 Materializar un sólido objeto de la envergadura de la Torre Eólica, un origami mediterráneo con sus rotundos pliegues y curvas esculpidas por el viento, constituye un descomunal desafío holístico, proyectual, tecnológico y plástico, digno del ambicioso talento del joven diseñador valenciano.

En un tiempo en que la mayoría de los profesionales han hecho de la realpolitik su religión, luchar por impulsar una administración responsable y energéticamente eficiente que fomente sin rodeos el autoconsumo de las infraestructuras y equipamientos del sector público, es nadar contra corriente.

Loable es pensar que la solución para el puerto no puede darse solamente mediante un parque marino de molinos de viento sobre un arrecife artificial en la bahía. La decisión de concebir un aerogenerador urbano de ciento setenta metros de altura sobre el nivel del mar, que además constituya un potente hito en el horizonte, evidencia el afán por revalorizar el waterfont de la metrópoli.

No es fácil adentrarse en el inhóspito terreno de la innovación sin caer en manos de las multinacionales del sector. Tampoco lo es abrirse camino a través de la intransitable selva normativa comunitaria y estatal, proclive a velar por los intereses de las grandes corporaciones industriales.

Tal es el caso del Plan Eólico de la Comunitat, que debería reformularse para garantizar la libre competencia, abriéndolo no solo a nuevos operadores sino también a los particulares y a la pequeña y mediana empresa.

De ahí que en un contexto adverso, acierte un emprendedor entusiasta como Silvestre, al suscribir una inteligente alianza con Net de Guerrers, la gestora de inversiones del arquitecto Eduard Navarro, formado en Estados Unidos.

 Adelantarse a su tiempo no resulta sencillo, máxime cuando los gobiernos tardan en reconocer la vulnerabilidad del territorio frente al cambio climático. El liderazgo ambiental no está en el sur sino en los países nórdicos -Finlandia, Suecia,…- impulsores de la economía verde.

Muchas son las claves del éxito escandinavo -educación, estabilidad, red de protección social, fiscalidad, especialización, competitividad,…-. Y también una estrecha colaboración entre las empresas privadas y las instituciones nacionales, en las que socialdemócratas y ecologistas ejercen gran influencia.

Las diferencias con España, paralizada por una grave crisis de Estado, son notables acrecentándose hoy las dificultades para abordar los cambios estructurales y proyectos de futuro que se precisan para no retroceder como espacio de cohesión y bienestar  perdiendo posiciones en el mapa global.

Que en unas circunstancias tan poco propicias un arquetipo como la Torre Eólica se geste aquí, contra viento y marea, gracias a la perseverancia, el esfuerzo, el ingenio y a la joint venture de dos arquitectos valencianos, abre una puerta a la esperanza.

Porque se precisa mucho tesón para pelear por el triunfo de una idea durante diez años. Ese calvario de dificultades, que ha tenido que sortear el equipo de Fran Silvestre, define tanto la penosa situación de la mayoría de los investigadores locales como el lastre que para el progreso suponen los sinuosos laberintos burocráticos de una administración obsoleta e ineficaz.

El seductor monolito de texturas blancas y perforada epidermis aloja en su interior las turbinas eólicas, de forma que la máquina queda camuflada cediendo el protagonismo visual y escenográfico a la modelada envolvente que le da cobijo.

La dimensión tectónica de la Torre se refuerza por su formidable vocación icónica como singular faro litoral, como imponente atalaya al mar que desde su privilegiado enclave en el extremo de la bocana da la bienvenida a los miles de viajeros que llegan a la dársena.

 Además, esa gigantesca baliza está concebida como un mirador único desde el que contemplar panorámicamente el contraste entre el abigarrado skyline de la capital del Turia y su valioso entorno natural.

No cabe duda que de llevarse a cabo ese Balcón Eólico será una importante atracción turística, tal y como sucede en muchas ciudades europeas que cuentan con miradores de culto, como la terraza londinense de la Tate Modern o el restaurante giratorio -207m- de la torre de telecomunicaciones de Berlín.

Será el mirador público más alto de Valencia, superando la altura -135m- del popular London Eye, inaugurada en 1999 y en cuya avanzada construcción participaron ingenierías y compañías de nueve países de la Unión Europea.

Como en la noria británica los retos tecnológicos son enormes y superarlos requiere una planificación coral y multidisciplinar, lo que explica la incorporación del Instituto de la Energía y de la Universidad Politécnica.

Porque el proyecto es realmente un prototipo experimental de trece millones de euros, cuya realización permitirá evaluar con precisión sus fortalezas y debilidades técnicas facilitando diagnosticar alternativas y mejoras  funcionales, la optimización de los recursos utilizados, de su eficiencia,…

De su éxito depende que el modelo de la Torre Eólica de la Marina sea exportable por todo el mundo, permitiendo rentabilizar su esfuerzo a sus impulsores y contribuyendo, paradójicamente dada su tibia participación, al posicionamiento internacional del cap i casal por su capacidad de innovación tecnológica.

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