LES ARTS versus TOMORROWLAND
21 enero, 2014
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372-TOMORROWLAND copia     El precipitado e innecesario cierre de la Opera poniendo fin a un dilatado periodo de inacción del Consell, tras detectarse hace meses graves patologías constructivas en sus cubiertas, ha vuelto a colocar a Valencia en el ojo del huracán mediático internacional.

La noticia se ha solapado con la polémica suscitada por Sacyr, cotiza en el IBEX35 y adjudicataria del canal de Panamá, al reclamar 1.600 millones de dólares de sobreprecio. En el Palau de les Arts se quintuplicó el presupuesto inicial.

En un mundo globalizado resulta difícil aceptar errores de planificación económica de tal envergadura y el daño a la marca España es inevitable. Los europeos no pueden comprender que un país que ha recibido tan cuantiosas ayudas de los fondos de la Unión (infraestructuras, equipamientos,…) sea incapaz de poner coto a la ruinosa hemorragia que suponen los continuos sobrecostos en la obra pública.

Porque los concursos-trampa y los reformados de infarto, tan frecuentes en el Sur, no solo requieren la complaciente connivencia de la clase política sino que explican la manifiesta opacidad de los estériles mecanismos de fiscalización actuales.

Sorprende aquí además la torticera presentación institucional del problema, atribuyéndolo bien a un error de diseño del arquitecto, bien a la mala praxis de la empresa contratista, como si fueran los únicos agentes intervinientes en el proceso. Tasar a continuación, sin proyecto alguno, el valor de la reparación en tres millones de euros no es sino un arriesgado ejercicio de presgiditación presupuestaria.

Los ciudadanos merecen algo más de transparencia. Ya la Ley de Ordenación de la Edificación-LOE-, atendiendo a la creciente demanda social de seguridad y calidad, dejó claras las obligaciones y responsabilidades de todos los actores participantes en la secuencia edificatoria: promotor, proyectistas, fabricantes, organismos de control, compañías aseguradoras, técnicos de ejecución de material…

Reducir la cuestión a la idoneidad de un mortero de agarre no pretende sino ocultar la torpeza del promotor, incapaz de implementar los instrumentos de supervisión técnica, económica y de calidad que la legislación exige para prevenir y corregir erratas y disfunciones. Su triste corolario, desmesuradamente gravoso para las famélicas arcas de la Generalitat, es a todas luces inaceptable.

Más le valdría al conseller poner plegarias a la Virgen para que el trencadís del Ágora no padezca los mismos vicios constructivos y la solución final acabe siendo muchísimo más costosa. Encargar algún ensayo no destructivo (termografía…) del estado en que se encuentra el gigantesco envoltorio, permitiría una detección más precoz de los fallos y por tanto un remedio, si fuera necesario, bastante más económico.

Resulta chocante el inapropiado protagonismo del trencadís de les Arts, mientras que una Comunitat con una parcela productiva tan importante como la cerámica, ha sido incapaz de destinar siquiera quinientos mil euros a restaurar el Palauet Nolla de Meliana, origen de los célebres mosaicos Nolla.

Conocido popularmente como Villa Ivonne se trata de una pieza arquitectónica única, cuya profusa y excelente ornamentación a base de mosaico, la convierte en un excepcional showrrom por el que durante décadas pasarían ilustres visitantes, contribuyendo decisivamente a la difusión (metro de Moscú…) y al prestigio del sector cerámico regional.

La importancia de la Fábrica Nolla es extraordinaria y el Palauet, construido sobre la antigua Alquería dels Frares, constituye un privilegiado testimonio del genuino proceso de industrialización valenciana que en la segunda mitad del XIX auspiciaría la aparición de nuevos gremios y oficios como los célebres mosaiquers.

Además su preciada localización en ese significativo paisaje periurbano que es l´Horta permitiría no solo impulsar un mayor reconocimiento del municipio de Meliana sino también la puesta en valor de un elemento de riquísima iconografía, clave de identidad cultural y territorial.

Realmente la crisis ha sacado a relucir los paradójicos contrastes del país. Se ha pasado del aplauso cómplice con los abusos de la codicia inmobiliaria y con la desmesurada proliferación de faraónicos edificios gubernamentales, a los recortes y al abandono patrimonial (Palauet).Incluso a la venta a precio de saldo de monumentos nacionales, como sucede con el histórico castillo toledano de Maqueda.

Al fin y al cabo hasta el estallido de la burbuja financiera (hipotecas subprime) buena parte de las ciudades se dedicaron a competir por el dudoso privilegio de tener los rascacielos más alto del mundo (Dubai, Pekín,…), las últimas excentricidades tecnológicas, los edificios más audaces, caros y novedosos,

La mudanza de prioridades impuesta por la recesión ha sacado a relucir de la caja de Pandora las carencias y extravagancias de las mascletás arquitectónicas con que unos visionarios dirigentes soñaron poner a Valencia en el mapamundi.

¿Qué tiene pues de extraño que la factoría Disney elija la Ciudad de las Artes como principal escenario para rodar una película futurista como Tomorrowland ?. Quizá el oscarizado George Clooney consiga descubrir los secretos de ese misterioso lugar en el que la ciencia ficción y el thriller se superponen como héroes y villanos de un mismo film. Esperemos que al menos para construir su futuro los valencianos sean capaces de cambiar el guión, redefiniendo una nueva gobernanza más limpia, eficaz y solidaria.

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