EN DEFENSA DE LA CALIDAD EN LA ARQUITECTURA:
RETRIBUCIONES DIGNAS E INCORPORACIÓN DE LOS JÓVENES.
Los servicios profesionales de los arquitectos representan un peso importante en la economía no solo como bien de consumo final sino sobre todo como input. De ahí la importancia de su correcto funcionamiento para aprovechar las potencialidades y sinergias del colectivo en el fortalecimiento del crecimiento y del empleo.
Sería un error continuar la política desreguladora del PP, cuando se ha comprobado que la supresión e ineficiencia de los controles ha sido una de las causas principales del tsunami financiero (quiebra de las cajas regionales) y de la corrupción.
Desde hace años se viene intentando debilitar la independencia de la profesión liberal en aras a una mayor competitividad, tratando por un lado de poner fin a la colegiación y visado obligatorios y por otro imponiendo desde la Administración la práctica de una contratación por subasta para provocar la caída libre de los honorarios.
El Tribunal de Luxemburgo se ha pronunciado reiteradamente sobre el papel insustituible de los Colegios, cuya misión, cometido y función social cuenta con base expresa en el ordenamiento europeo. La retirada de la LSCP zanja la cuestión.
Toca ahora acabar con la mala praxis sancionada desde los gobiernos de la nación y de la Generalitat de que sea el precio de las ofertas el único factor de selección en los concursos, lo que se ha traducido en numerosas contrataciones a precios muy inferiores a los mínimamente necesarios para poder realizar un servicio de calidad.
Porque la adjudicación por subasta evidencia una expurea consideración de la Arquitectura como una mercancía más, sin atender a su propia especificidad y olvidando las implicaciones innovadoras, culturales, sociológicas y artísticas del quehacer arquitectónico.
Las consecuencias de tan errática norma lastran el futuro de la Comunitat amenazándola con el empobrecimiento progresivo de la excelencia en el sector y la consiguiente pérdida de competitividad en el mercado internacional.
Supone además una desmotivación para los recién egresados, especialmente para los mejor dotados, sin que la Administración haga nada por mitigar la continua hemorragia de talento hacia el exterior.
Y no solo es cuestión de recomponer las reglas de juego, fijando unos honorarios mínimos y dignos consensuados entre la Administración y el Colegio. Es imprescindible apoyar con firmeza el empleo juvenil, como por ejemplo hace Italia, creando Bolsas de trabajo joven e imponiendo en los concursos públicos la obligación de que los equipos incorporen jóvenes con menos de cinco años de experiencia.
Históricamente la legislación española ha priorizado el sistema de selección por concurso (experiencia, idoneidad, mejor diseño,…) y no por subasta entre los arquitectos. Es una falacia afirmar que existen Directivas Europeas en contra. De hecho en nuestro entorno comunitario (Alemania -HOAI- e incluso en los Estados Unidos -Brook Act-,…) se establecen unos factores suelo-coste mínimo para que con esa premisa la competencia se atenga estrictamente a criterios de calidad.
Tras la oleada de sobrecostes injustificados (Terra Mítica, Ciudad de las Artes,…), desviaciones presupuestarias e improvisación planificadora, con edificios cerrados (piscinas, auditorios, aeropuertos,…) por no poder mantenerse adecuadamente resulta inaceptable seguir amparando las bajas temerarias o la competencia desleal.
Urge recuperar los principios de mérito y capacidad, restableciendo sistemas que garanticen el análisis riguroso, el control estricto del proceso constructivo -ideación, proyecto, dirección y ejecución material- y la calidad del producto final. Y ello solo se puede asegurar con arquitectos absolutamente independientes del poder político y dignamente retribuidos.
Además los Colegios, herederos de una larga tradición formativa, necesitan reinventarse si quieren liderar el rumbo ante los profundos cambios socieconómicos actuales. Solamente con una organización colegial fuerte, los arquitectos podremos contribuir a la vertebración local y regional del territorio reforzando el valor de su marca y dando respuesta a la creciente demanda de I+D+i de los sectores industrial e inmobiliario.
Hoy más que nunca es obligatorio oponerse a la demagógica consigna de la rentabilidad como valor supremo, que trata de maximizar el beneficio minimizando el coste de la producción arquitectónica. En suma, la arquitecnocracia que ya definiera en 1965 uno de los fundadores de la Bauhaus, el profesor suizo-francés Claude Schnaidt.
Durante siglos los arquitectos resolvieron y formalizaron las necesidades vitales de las sociedades en que habitaron y la Arquitectura se convirtió en la forma real de su civilización -Norberg Schulz-. Por ello, es inexcusable sostener el carácter intelectual del trabajo de autor del arquitecto, cuyo resultado la ARQUITECTURA es y seguirá siendo SERVICIO y CULTURA.