ESCARIO, PREMIO TENDENCIAS.
El próximo jueves Antonio Escario Martínez (Albacete, 1935), Mestre Valencià d’Arquitectura 2013 por el COACV, recogerá en el IVAM el VI Premio Tendencias 2015 Arquitectura con el que la prestigiosa y conocida Revista distingue su dilatada y fecunda trayectoria profesional.
Se premia la calidad de una obra universal y magnífica, pero ante todo se reconoce la excelencia y el permanente afán por perfeccionar un oficio en ese territorio fronterizo entre el imperativo científico, el arte y la ética.
Porque el papel en blanco, el espacio vacío es el verdadero desafío en todos los laboratorios de creatividad, diseño y experimentación. El sueño de la Bauhaus consagró la búsqueda constante de otros modos, perfiles, técnicas o mundos convirtiendo el proyecto en una suerte de críptico acertijo que cristaliza en el dibujo, auténtica esencia del quehacer arquitectónico. Y Antonio es un dibujante intuitivo, de fácil y elegante lápiz.
Escario ejemplifica esa exploración de la especificidad en la disciplina, que permite superar la disociación entre la versatilidad de la forma y la gramática de la construcción, sin recurrir a préstamos de otras áreas.
Su imaginario ofrece un inmenso paisaje de originales geografías (Oratorio de San Felipe Neri,…) que explican su insaciable curiosidad por peregrinar indagando respuestas en sintonía con la ortodoxia de sus mentores de la Escuela de Madrid, Miguel Fisac y Alejandro de la Sota.
Fiel a los postulados de sus precursores, la seriación tipológica, la modulación estructural y la simplificación constructiva le permiten reintroducir en la España del desarrollismo el ideario y las propuestas del Estilo Internacional.
Consciente de la censura inicial a la modernidad por la oligarquía del régimen, que preconiza tanto las iconografías kitsch vernáculas como la monumentalidad de arte imperial, el discurso mesurado de su generación (Rafael Moneo, César Portela, Manuel Gallego,…) supone la consolidación de un relevo funcionalista y una esperanza sólidamente formulada frente al saqueo del populismo epidérmico y la vulgarización arquitectónica de los felices 60 (turismo masivo, industrialización, aperturismo político,…).
Su fidelidad a las raíces y fundamentos de los pioneros y una perseverante revisión de alternativas (nuevas formas de habitar,…) rubrican su coherente hoja de ruta personal. A Escario la arquitectura le apasiona y le interesa por si misma, lo que hace que se adentre en la cuestión fenomenológica (Heidegger) para abordar el paradigma de la modernidad como sistema (principios, metodología, herramienta lingüística,…).
No es casual que en la pasada Bienal de Venecia -2014- su ópera prima -Los Filipenses (1963)- ocupara un lugar destacado en el Pabellón de España, siendo valorada como uno de los mejores ejemplos de la arquitectura (Absorbing Modernity: 1914-2014) del XX.
Realmente Escario se adelantó a su tiempo y de ahí la increíble presencia y actualidad de muchas de sus obras como el Museo Arqueológico, Etnológico y de Bellas Artes (Vidal y Vives -EVV-) en Albacete o la Facultad de Farmacia de la Universitat de València (Premio Nacional de Arquitectura 1992 -Fundación CEOE-).
El crisol del tiempo permite entender cómo el tránsito proyectual de Escario, al igual que el de Oiza o Coderch, representa una inflexión manierista que registra nítidamente el abrumador caudal de incidencias (utilización de tecnologías avanzadas, nuevas temáticas formales,…) por el que discurre el pensamiento arquitectónico en la segunda mitad del siglo pasado.
No sorprende, por tanto, que buena parte de la pródiga actividad de Escario sea el resultado de la victoria en un concurso. Basta citar los siguientes: la Terminal del Aeropuerto de Valencia, la Tesorería Territorial de la Seguridad Social de Sevilla (con Francisco Candel), la Nueva Terminal del Aeropuerto de Vigo (con Mª Victoria Florez), el Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos -IATA-, la Sede de la Euroagencia de marcas y patentes -OAMI- en Alicante,…
La revista Tendencias hace pues justicia honrando el pensamiento integrador de Escario, que ha sabido preservar la hegeliana concepción heroica del arte en medio del tsunami de ismos que jalonan a partir de la década de los 80 la Babel estilística europea.
Ya Ortega advierte de la deshumanización de la arquitectura, cuyo introvertido narcisismo la conduce a olvidarse con demasiada facilidad del usuario. Y lo que resulta bastante más grave de la buena construcción (v.g. trencadís del CCT,…) cuyo triste corolario es la pérdida tanto del oficio como del crédito social.
La crisis actual que ahonda sus raíces en el siglo XX contribuye a que brille aún más la figura de Escario aglutinando las más nobles facetas de la profesión: humanista, cultural, tecnológica,…, a lo que debe añadirse su generosa contribución en el campo de la enseñanza como profesor de Proyectos en la Escuela de Valencia.
Por ello, los arquitectos valencianos no podemos sino felicitarnos por esta merecida distinción a un maestro indiscutible dotado de un obsesivo afán de perfección y de una abrumadora pasión por la belleza.