LA VALENCIA DEL SIGLO XXI
7 diciembre, 2014
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377-VALENCIA-SIGLOXXI copiaValencia es el resultado de un complejo proceso histórico (la Valentia romana, la Balansiya taifal,…), cuyas claves geográficas (mar, río, huerta,…), culturales  (Blasco, Sorolla,…), económicas y antropológicas explican la polifonía y especificidad de su rico paisaje urbano.

Pero la polis es ante todo una construcción política -Aristóteles-, por lo que el grado de participación cívica constituye uno de los indicadores más fiables acerca de la calidad de sus espacios para la libertad individual, la cohesión y el progreso social.

De ahí la importancia de una visión estratégica e integral del territorio para dibujar a medio y largo plazo un proyecto marco de ciudad, pactado con todos los grupos, entidades y actores implicados. Porque sin consenso el planeamiento, como sucede con els Poblats Marítims, deviene en una oportunidad perdida.

Desde esa perspectiva el balance de los 35 años de urbanismo democrático resulta francamente positivo. La llegada de la izquierda (PSPV, PCE,…) al poder municipal en abril de 1979 supone un cambio copernicano, liquidándose un obsoleto modelo desarrollista y paralizándose la urbanización de la Dehesa de El Saler que tanta oposición popular había concitado.

El principal legado del periodo socialista es la profunda revisión teórica de los postulados tecnocráticos (Alomar,…) devolviéndose el protagonismo a la arquitectura  (IVAM, rehabilitaciones de San Miguel de los Reyes, de los palacios de Benicarló, de Bailía,..), en línea con el pensamiento estructuralista de Aldo Rossi.

Su gran apuesta es el Jardín del Turia, diseñado por Ricardo Bofill como un gigantesco parque-pulmón verde (110 ha), símbolo de una nueva vida presidida por valores como la regeneración ambiental, la solidaridad, la salvaguarda de la diversidad biológica, la sostenibilidad,…

El acceso del Partido Popular al consistorio en 1991 conlleva un punto de inflexión en la secuencia de intensa renovación del cap i casal, alumbrando una etapa opulenta de expansión periurbana de más de 300 ha (Avda. de Francia, Ademuz, Moreras,…), bajo el paraguas de una legislación neoliberal (LRAU, 1994) que sacraliza una concepción del territorio como negocio.

Sin embargo, a pesar de los numerosos avances: consolidación del puerto como plataforma logística intermodal, recuperación de la dársena (America’s Cup,…), construcción de grandes infraestructuras (Palacio de Congresos, Ciudad de las Ciencias, AVE, metro,…),… la sociedad valenciana, angustiada por la crisis y los recortes, vive un momento de inseguridad y desánimo colectivo.

El agotamiento de un proyecto, incapaz tanto de dar respuesta a los principales retos y reformas que la situación requiere como de programar eficazmente el futuro, evidencia la imperiosa necesidad de un cambio de rumbo.

Son muchos los desafíos de una comunidad que exige reinventarse para volver a creer en sí misma. La capital reclama una nueva gobernanza urbana que ponga fin a las malas prácticas (saqueo de las cajas regionales, sobrecostes en la obra pública,…), recuperando el prestigio y la honestidad de la marca Valencia.

Urge fortalecer el liderazgo metropolitano implementando un mapa de actuaciones estratégicas que ayude a sanear las haciendas locales reduciendo el tamaño de la administración, fusionando corporaciones, eliminando duplicidades, cargos políticos,… Y sobre todo, optimizando los recursos, racionalizando la gestión de los equipamientos deportivos, escolares, sanitarios, culturales,…

En un mundo globalizado es imprescindible tener masa crítica, y no es lo mismo hablar de 800.000  habitantes (centro) que de 1.500.000 (conurbación). Por ello, hay que acabar con los localismos autocomplacientes y hacer que las estructuras organizativas estén al servicio de la competitividad y de las iniciativas emprendedoras, facilitando la actividad económica (business friendly).

El área metropolitana -la Gran Valencia- requiere el diseño de nuevas herramientas que favorezcan su progreso y crecimiento económico. Debe fomentarse un cambio del modelo actual de movilidad urbana por otro más sostenible y solidario (Carta de Leipzig 2007). Han de promoverse planes de rehabilitación medioambiental, de estímulo a la creación de fondos capital-riesgo, de captación de clusters internacionales afines a los sectores productivos autóctonos.

Valencia precisa además reconstruir su maltrecho ecosistema científico (Centro Príncipe Felipe, Aidico,….) apoyándose en las fortalezas de sus universidades (Agenda de Lisboa), que deben privilegiar la excelencia si quieren convertirse en viveros de creatividad e innovación, generadores de empleo.

Sólo una concepción global del campus y apostar decididamente por atraer, formar y retener el talento permitirá avanzar en esa economía del conocimiento, lastrada por la escasa inversión en I+D+i, la endogamia y el pequeño tamaño de las empresas.

Únicamente una gestión transparente integradora y participativa por parte de las instituciones públicas y de los agentes sociales posibilitará afrontar con éxito mejoras competitivas y planes estratégicos de relanzamiento de la actividad ferial, exportadora,… y de recuperación de sectores tan importantes como el turístico-inmobiliario, audiovisual,… La arquitectura debe buscar y construir respuestas que faciliten ese camino: smart city,…

En suma, Valencia debe aspirar a consolidarse como una ciudad con identidad propia, plural, dinámica, abierta, cosmopolita, con mayor proyección internacional, proactiva, influyente, multipolar e inclusiva.

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