RESILIENCIA Y MOVILIDAD URBANA
3 marzo, 2015
0

378-RESILIENCIA copiaLa revisión del planeamiento municipal, la reforma de algunas de las calzadas del ensanche noble – Félix Pizcueta, Pizarro,…- y el cambio de arbolado frente a la fachada proyectada en 1905 por los arquitectos Carlos Carbonell y Francisco de Mora para el consistorio han generado en las últimas semanas un intenso debate colectivo.

Más allá de los aspectos estrictamente cosméticos banalizados desde la retórica oficial han salido a  la luz cuestiones tan relevantes como la vulnerabilidad y el declive de un modelo de crecimiento, la capacidad de respuesta ante los futuros desafíos (smart cities, mesh networks,…) o la necesidad de favorecer una democracia local más participativa.

Porque el derecho a la ciudad se sustenta inequívocamente en que los vecinos puedan entender e intervenir en el urbanismo. Para ello los planes deben ser menos tecnocráticos, más cercanos a sus destinatarios y mostrar con sencillez y claridad sus determinaciones y contenidos.

Muchas son las voces que demandan del nuevo Plan General una mejor integración en el territorio (waterfront, puerto, huerta,…) incorporando criterios ambientales y estratégicos que enriquezcan el rol como nodo de servicios, cultura y oportunidades que la metrópoli debe aportar a sus habitantes.

Décadas de mayorías absolutas han provocado múltiples disfunciones, protocolos ineficientes y graves déficits de control con el triste corolario de una corrupción sistemática que daña seriamente la imagen de la Comunitat.

Urge reconocer las debilidades endógenas y reconquistar los valores de la tolerancia y la diversidad, perdiendo el miedo a explorar otras polifonías y formas de hacer tanto políticas como arquitecturas, que aporten soluciones más inteligentes, prácticas, inclusivas y comprometidas con la sociedad.

Si como región mediterránea Valencia vive las consecuencias del agotamiento de un sistema productivo fordista, de un saldo migratorio negativo y del aumento de deslocalizaciones empresariales, en la capital una de las asignaturas pendientes continua siendo la movilidad urbana.

Una estructura primaria radiocéntrica y el monopolio del automóvil como sistema de transporte, con altas tasas de motorización, centran la polémica acerca del funcionamiento del actual modelo, de probada inoperancia (congestión, eficiencia energética, huella ecológica,…) e inviable a medio plazo.

Cuando los accidentes de tránsito suponen la tercera causa de mortalidad mundial y la primera para la población menor de 40 años, no puede seguir alimentándose ese culto totémico al coche, el bien más publicitado del planeta. Además, es la forma de desplazamiento más contaminante (entre el 30 y el 40% de las emisiones de CO2) y responsable de las frecuentes concentraciones de partículas inhalables dispersas en la atmósfera -PM10-, muy por encima de los niveles recomendados por la Organización Mundial de la Salud.

El rechazo ciudadano al usufructo dominante de la calle por el vehículo privado, tanto en circulación como aparcado, exige devolver el protagonismo en la escena urbana al peatón, potenciando medios de locomoción alternativos: bicicleta -bike sharing-, metro, bus eléctrico,…

La extraordinaria riqueza patrimonial que conforma tanto la delicada retícula capilar de l’Eixample como el monumental centro histórico, levantado siglos antes de la aparición del automóvil, debería suscitar al menos una reflexión sobre la viabilidad de su progresiva peatonalización -walkability-.

Las aceras constituyen la esencia del espacio público y en consecuencia deben ser accesibles (sin baches ni obstáculos) para todos, especialmente para quienes padecen algún tipo de discapacidad motriz. Y sobre todo deben estar ajardinadas, con abundantes árboles que den sombra en verano, configurando una amplia y continua red de itinerarios confortables (bien iluminados, con bancos, fuentes,…) imprescindible para poner en valor el casco antiguo.

Un nuevo pacto vehículo-peatón abriría las puertas a fórmulas de congestión de ese singular universo de relación que es la calle-plaza, mejorando las condiciones de habitabilidad básica, favoreciendo el intercambio social y potenciando la actividad del pequeño comercio que con sus escaparates, terrazas y loggias llenan de vida y color el paisaje.

Es imprescindible poner fin a la absurda dicotomía de que los arquitectos planifican y los ingenieros gestionan el tráfico. Deben evitarse las zonificaciones rígidas y monofuncionales favoreciéndose la cohesión y el equilibrio entre los diferentes barrios. Hay que priorizar la visión global e integradora, concibiendo la ciudad como un todo, en el que cualquier pieza (Cabanyal, Grao,…) tiene valor propio.

Más allá del pesimismo asociado a la presente situación de recesión, incertidumbres y profundos cambios, Valencia está llamada a ser una vez más un auténtico motor de la recuperación económica. Hoy los desafíos son inmensos, lo que aumenta el rédito de la anticipación y la prospectiva, exigiendo una mirada distinta sobre los problemas de la ciudad.

Por ello hay que luchar porque los vecinos recobren el protagonismo perdido y por consolidar puntos de encuentro sólidos entre todos los colectivos y agentes sociales favoreciendo la innovación y la creatividad. En suma, por reconstruir juntos un lugar para vivir y trabajar más verde, saludable, equitativo, resiliente, próspero y atractivo que nunca.

Utilizamos cookies propias y de terceros para garantizar que tenga la mejor experiencia en nuestro sitio web. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso.
Más sobre nuestros cookies