RAFAEL TAMARIT, POETA DEL READY-MADE.
24 septiembre, 2015
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RAFAEL TAMARIT, POETA DEL READY-MADE.

Javier Domínguez Rodrigo.

Arquitecto.

 

La designación por el COACV como Mestre Valencià d’Arquitectura de Rafael Tamarit Pitarch (Valencia, 1939) supone el reconocimiento tanto a una dilatada y fecunda trayectoria profesional, como a la generosa contribución en el campo de la enseñanza, de quien se convertiría desde muy joven en imprescindible voz de la recién nacida Escuela de Arquitectura de Valencia -UPV-.

 

Se premia la calidad de una obra universal y magnífica, asociada durante décadas a la factoría de los hermanos Lladró. Pero sobre todo se reconoce la excelencia y el permanente afán de perfeccionar un oficio anticipando nuevos modos de vivir, nuevas formas de habitar.

 

Tamarit ejemplifica ese afán insaciable de exploración con el que supo atraer apasionadamente al mundo poético de la arquitectura a los más jóvenes, a los que sorprendía con su discurso incisivo y trasgresor.

 

Proclive a la ironía su retórica recuerda los juegos ingeniosos de Quevedo “¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?” Y Tamarit asumía siempre los riesgos de ser un espíritu libre e independiente, capaz de socavar cualquier concepto tradicional.

 

Admirador del talante provocador del dadaísmo y de su rebelión contra todo lo convencional e inmovilista, Tamarit hace suyas con frecuencia las manifestaciones kitsch y el recurso a la ironía (sus viñetas cómicas mantienen una candente actualidad) forjándose como un atractivo poeta del ready-made.

 

Defensor a ultranza de la creatividad y de que el alumno pudiera construir su propio camino sin corsés estilísticos, era capaz de abrir continuos espacios para el debate en los que los estudiantes buscaran su personal protagonismo.

 

Su capacidad para reformular prioridades y redefinir pragmáticamente el papel del arquitecto parecía sugerir, parafraseando a Einstein que: “en los momentos de crisis solo la imaginación era más importante que el conocimiento”. Porque Tamarit tenía un don para estimular la búsqueda y observar el talento entre sus alumnos.

 

Como maestro y formador de futuros profesionales, con más de treinta promociones a sus espaldas, nunca ignoró la enorme responsabilidad que supone satisfacer las necesidades de la sociedad, contribuyendo a aumentar su calidad de vida. Su actitud fue siempre comprometida y cercana, la de quien ofrece constantemente su hombro, su experiencia y su entusiasmo.

 

Personalidad intuitiva, de fácil y elegante lápiz, Tamarit es hoy parte indiscutible del polifónico ADN de la ETSAV, siendo especialmente relevante su habilidad para la estructuración de los Talleres de Proyectos y su empeño en la creación de los archivos audiovisuales del centro.

 

En medio del tsunami de ismos que a partir de los ochenta jalonan la Babel estilística europea, Tamarit construye su imaginario ofreciendo un inmenso paisaje de originales geografías que explican su curiosidad por peregrinar indagando respuestas en sintonía con la ortodoxia de sus mentores de la Escuela de Madrid Alejandro de la Sota, Julio Cano Lasso y Javier Carvajal.

 

No es casual que su ópera prima (1965), un pequeño inmueble para la familia Lladró en la localidad de Tavernes Blanques ocupe un lugar destacado en el Docomomo Ibérico como uno de los mejores ejemplos de la vivienda moderna: tipología, sistema compositivo, materialidad cerámica,…

 

Prácticamente toda la producción edilicia del gigante de la porcelana lleva el sello de Tamarit. El Pabellón de Escultores se convertiría pronto en uno de los iconos de la marca. Concebido como una gran plataforma flotante es un gigantesco laboratorio para escultores y artistas.

 

La expansión exterior de la compañía le permite realizar algunos de sus más destacados edificios comerciales fuera de España, como el Lladró Plaza de Nueva York, el Rodeo Drive de Beverly Hills, el Ginza Building de Tokio,…

 

La sutil sencillez con que resuelve el difícil encaje en la trama de Manhattan resume a la perfección el carácter preciosista del de Ruzafa consagrando su magisterio en la Gran Manzana.

 

Realmente fue un visionario que se anticipó a su tiempo facilitando la internacionalización del diseño valenciano. De hecho, ya sus tiendas: Don Carlos, Clive, Alejandro Soler, Pavimentos Guillén, Cafetería Tívoli,… le convertirían muy pronto en uno de los interioristas más cotizados de la capital.

 

Potentes marquesinas de acero, novedosas escaleras de plancha metálica, revolucionarias propuestas de materiales,… caracterizan el vocabulario riguroso e intimista con que Tamarit sorprende en una escena local anclada en el casticismo.

 

Con medio siglo de ejercicio sobre sus espaldas, este coloso de la arquitectura cuyo aspecto, según su buen amigo Miguel Pecourt, parecía el de un leñador de Oregón ha sabido conservar el discurso coherente y el tono coloquial y directo propio del docente exponiendo sus ideas con la sencillez de la verdadera grandeza.

 

Por ello, los arquitectos valencianos y especialmente los que tuvimos el privilegio de compartir con él su última etapa universitaria, no podemos sino felicitarnos por una distinción tan merecida para un maestro dotado de un obsesivo afán de innovación y de una abrumadora pasión por la belleza.

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