STREET ART: ¿ESTÉTICA O POLÍTICA?
6 marzo, 2019
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STREET ART: ¿ESTÉTICA O POLÍTICA?

 

Javier Domínguez Rodrigo.

Arquitecto.

 

La controversia suscitada -¿arte urbano o vandalismo?- por la exposición del colectivo PichiAvo en el Centro del Carmen debe contextualizarse en el marco del crispado ambiente preelectoral actual.

 

Sorprende que un montaje expositivo en la época del “postgraffiti”, que tiene como objetivo principal aumentar la conciencia crítica, poniendo en valor la importancia del “street art” para la defensa de la libertad de expresión y la participación ciudadana, genere tanto rechazo.

 

Porque, al margen de estériles polémicas, resulta incuestionable la enorme calidad de artistas como Julieta, Deih o Escif contribuyendo a la revalorización del “street art” del barrio del Carmen, convertido hoy en un apasionante lienzo de sueños y emociones vecinales.

 

Valencia se suma así a la experiencia de otras muchas ciudades, como Nueva York, París, Londres, Río de Janeiro, México, Ámsterdam,…, que un día amanecieron plagadas de “pinturas protesta” –tags, throw ups,…-. Aflora el arte público, no regulado y ajeno a los intereses del mercado.

 

Paralelamente, las alternativas antisistema vinculadas a la música transgresora y reivindicativa, el hip-hop de los guetos afroamericanos del Bronx, madura en el espacio público invitando a combatir las terribles desigualdades económicas y sociales que castigan a la población más desfavorecida.

 

Ya Mayo del 68 preludia un nuevo universo estético más activista, directamente al servicio de la gente, que asume un rol de denuncia y exige la construcción de un mundo mejor –Make love not war-, consagrando la canción protesta –Bob Dylan, Édith Piaf,…-.

 

Aunque si hay un hito verdaderamente relevante para Europa, ése es el Muro de Berlín, dramático símbolo de la Guerra Fría, cuya caída en 1989 está inequívocamente ligada a la solidaria creación, por parte de más de cien artistas, de una gigantesca galería de arte al aire libre, llena de murales cantando democracia y libertad.

 

Resulta curioso que 110 años después de la publicación del Manifiesto futurista tratando de poner fin al arte burgués y a sus museos, repudiados por su concepción elitista ajena al proletariado, se cuestione una de las expresiones más democráticas, innovadoras y multiculturales, como es el “urban art”.

 

Hace tiempo que los museos dejaron de ser el privilegiado alojamiento de las colecciones reales. Y el Centro Cultural El Carme no es una excepción al tratar de asumir funciones educativas e inclusivas, diseñando un marco de reflexión y diálogo abierto a todos. En suma, promoviendo proyectos colaborativos entre la comunidad artística y los residentes.

 

No en vano Degas afirma que “el arte no es lo que ves, sino lo que haces ver a los demás”, “una mentira que nos hace darnos cuenta de la realidad” como gustaba decir a Pablo Picasso.

 

La tecnología también se inspira en el “street art” y buena prueba de ello es el “mapping” arquitectónico –noche blanca de Bilbao,…- con sus espectaculares escenografías para evocar la memoria del lugar y la fantasía iconográfica de la arquitectura.

 

De carácter efímero y versátil el “arte en la calle” lleva décadas sorprendiendo al paseante con paisajes oníricos e imaginarios antropológicos, a la vez que favorece las terapias de regeneración urbana.

 

Desde los ochenta proliferan imaginativos trabajos, como los de Blak le Rat, Miss Tic o Vive La Peinture en el cosmopolita París de Mitterand. Y en la siguiente década personajes como el italiano Blu o el británico Blanksy abren inesperados horizontes, con proyectos ya marcadamente integradores basados en la abstracción formal y el respeto hacia el soporte.

 

Atrás quedan los tiempos en que el grafiti era percibido como vandalismo que el poder trataba de erradicar. Esa es la clave de su condición efímera pues su premonitorio destino no es otro que el olvido. De hecho se eliminan mediante la simple limpieza del soporte-base, en el que además se puede reescribir, redibujar y repintar de nuevo.

 

Cuesta entender por qué se arma tanto revuelo acerca de la reversibilidad de las pinturas murarias del claustro del Carme, cuando vivimos un momento álgido para las técnicas de restauración, que los valencianos puedan disfrutar visitando joyas como los tapices del Patriarca o los frescos de San Nicolás, auténtica capilla sixtina del cap i casal.

 

Quizá lo más positivo de la cuestión sea la internacionalización mediática, pues en toda Europa el arte urbano se ha consolidado por su papel en proyectos de regeneración y reactivación urbana para áreas en degradación y desuso.

 

De ahí la celebración de congresos y festivales como el No Limit –Suecia-, ASALTO en Zaragoza, Madrid Street Art Proyect –MSAP-,…. en el que se analizan y difunden las intervenciones más innovadoras.

 

El arte en la calle es más que un fenómeno social, como se ha podido ver en el barrio del Carmen en el que se ha fusionado –Un barrio vivo, El Bosque Urbano,…- convirtiéndose en componente esencial de su identidad.

 

Esperemos que la exposición del Carme auspicie un debate interdisciplinar sosegado fomentando iniciativas creativas y solidarias para la recualificación de la escena urbana.

 

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